No será la primera vez que me remonte a los trágicos cuentos
infantiles que alguien debió clasificar
mal ya que solo buscan terminar
la inocencia que hoy queremos
salvaguardar, pero que no dejan
de cumplir la misión de enseñarle
a la gente la diferencia entre en el bien y el mal.
Aun así todos crecemos, aun así todos tarde o temprano olvidamos soñar con toda
la libertad, aun así tarde o temprano
todos sentimos algo de bien y de mal, creamos en nuestro interior
algo de benevolencia o maldad; concluyo
que no nace, solo se hace , la hacen otros, la
hacen las circunstancias de
vida, la crean en nosotros los
demás cuando aún vive en nosotros la
ingenuidad.
Es allí donde
el príncipe, la princesa, la doncella o el caballero mueren destrozados y
nace como hierba maligna los
sentimientos oscuros que también aportan crecimiento para quienes lo logren
superar, como el hombre araña negro que
sin querer se dejó atrapar lográndose liberar cuando en el fondo lo bueno de
cada ser humano se clasifica en la
intimidad y decide que hacer, que tener, que conservar convirtiéndolo en su
capital para seguir, así todo cambia en
la vida real, cada palabra bonita o fea. No solo las niñas buenas sino también los
niños cambian y endurecen el alma, el corazón, dependiendo el golpe y la desilusión.
Las promesas de
amor son las lecciones más duras, porque ponen a prueba tu amor
propio, porque ponen a prueba la
bondad y el mismo amor por los demás, su
ruptura deja huellas en cada personalidad, dejan recuerdos, emociones y
sentimientos, nadie es fuerte o recio en su genio de no ser por su historia
llena de personas y circunstancias que
vulneran y generan constante cambio.
Es así como el
bien y el mal siempre están, la relatividad de lo bueno y lo malo dependerá
de cada uno pero eso asumir comportamientos y actitudes polarizadas de lo bueno
y malo, nos amarra unas cargas en el alma, difíciles de llevar, las culpas, los
arrepentimientos y las frustraciones no
se hacen esperar y con ellas la búsqueda de responsables como así, al mejor
estilo legal, los daños y perjuicios se fueran a resarcir, como si todo así
llegará a mejorar.
No hay peor castigo que pueda un ser humano soportar que el látigo propio, la
falta de perdón propia, es una venda que no deja ver ni adelante ni atrás, quitarse
la venda es perdonarse asi mismo, es no permitir que el equilibrio entre el
bien y el mal se altere en nuestro corazón y en nuestra alma, entiendo el dolor
y la rabia que puedan generar la mentira, la falta de palabra en una promesa
hecha, las verdades a medias que pueden dejarte en el desierto de verdaderas y
mentiras que no logras separar como la sal del agua de mar.
No habrá que contener la lágrimas cuando miras atrás y te das cuenta que viviste un sofisma
pierdes la fé en los demás, pude que
sientas ridiculizado cuando vez que te usaron, que fuiste idiota útil,
pero más que auto contemplarse en el silencio, resulta más sabio reencontrar tus sueños, reconocer lo
que realmente eres, reconocerte en lo bueno y maravilloso que tienes, en esos únicos
sentimientos buenos que adquieres con solo el perdón, tu propio perdón, la
aceptación y no el arrepentimiento porque este deja impotente, en el amor
propio que quita la vestimenta de la amargura, el sufrimiento y la amarga
espera de quien no volverá por alguien que puede y debe seguir siendo su
esencia, sin dejarse provocar de los celos, la soledad o un simple día lluvioso
porque al fin de cuentas nada es bueno o malo en su totalidad ya que del uso
que le des a cada evento en tu vida, a cada sentimiento por algo o por alguien
te convertirá mágicamente en un ser bueno o malo en el príncipe o la princesa,
en el villano o la bruja. Sencillamente no hay lucha entre el bien y el mal de ti siempre depende!
No hay comentarios:
Publicar un comentario