domingo, 2 de septiembre de 2012

Zapatero a tu zapatos


Cuantas veces nos dijeron de pequeños esta frase popular que implicaba que nuestros conocimientos no iban encaminados aquellos intentos por hacer lo que aun no sabíamos hacer y es posible que por ello hoy en día todos nos hayamos esforzado en estudiar un arte, un oficio o una profesión y sin ponerlo en duda podría apostar que muchos en nuestro intento por se mejores sabiondos hemos decido perfeccionar los conocimientos, con cursillos, diplomados, especializaciones, seminarios, simposios y cuanto cursillo nuestro bolsillo haya podido financiar.

Finalmente terminamos siendo un mar de conocimientos con un centímetro de profundidad, así  terminó por confirmarlo,  cuando salimos  del pregado llenos  de un montón de conocimiento, donde  cada materia se asimila a los fascículos semanales de periódico, de esos  que te lees por completo, sabes  que debes  coleccionar pero que a la hora  de ir  a empastar, no tienes  ni idea por  donde debe  empezar, a no  ser  que de la manera mas  juiciosa hayas tomado  el mas  importante de  todos, el fascículo introductorio, el maravilloso índice que  te permite  verlo todo de manera  general, permitiéndote, armarlo hasta  con los ojos  cerrados, armarlo  de  manera  integral, pudiendo  relacionar un tema con otro.

Ese fascículo, es justo la materia  que  dejaron de  tomar  mis docentes, es justo la  materia que los preparaba  para  que  en lugar  de guiar  a los  estudiantes como  borreguitos  detrás de la  zanahoria pudiéramos  ver  el paisaje detrás  de la  zanahoria. Sé que  no  debo  ser  desagradecida ya  que  en parte  lo  que  se lo se por ellos, por  su disciplina  y conocimiento,  pero hago  la  critica sobre el método  de  educación que  nos  hace ver  pedacitos sueltos que con la  experiencia  profesional y con un genio de la lámpara que se te atraviese en la oficina logramos concatenar partes pequeñas.

El  genio  de  lámpara que por fortuna me  toco, no ha  escatimado sus dádivas intelectuales de niño de promedio intelectual superior alto y me  ha ofrendado su singular método  de  estudio, del que  me  siento atraída porque ha  roto mi sistema de estudiar en forma vertical y aislada, para empezar a aplicar un método del que solo puedo referenciar mentalmente   como en la  figurita  de un sol cuyo núcleo toca diferentes  líneas, diferentes  temas y así  resulta integral y un poco desubicado para  mi ya que si quisiera avanzar por mi lado siento que me  pierdo.

En  fin, la intensión de  este  escrito es  expresar  que así como  nos  enseñaron un método  erróneo para estudiar y aprender de nuestro oficio o profesión,  también  nos obsequiaron  algo mucho mas letal, pretender  que el ese mar  de conocimientos  que  en algún punto  transversal  se  toca  con otras  profesiones, nos  permite imaginar que aunque el diploma  de  cada uno le otorgue el titulo  de una profesión  podamos opinar y peor  aun sentirnos titulados  en  otra sin  haber tomado  más  de  diez materias.

Para  aclarar  mi posición, debo  decir  que en la universidades  tanto  en el pregrado  como  en los posgrados  nos obsequian  la  vanidad profesional que  viene  mal   entendida, nos  creemos  dioses  plenos del conocimiento de la  carrera  propia  y muchas  veces  también  de la  ajena.


Desde  siempre mi padre  ha  criticado  a los  médicos,  quienes suelen identificarse  bajo su  nombre con   las  iniciales  MD es  decir  Doctor  en  Medicina, pero que  ellos solían  creer consiente o inconscientemente  que  eran Medio Dioses, al  respecto  creo que el síndrome  se  extendió  como  una  viral a los  demás profesionales. Justamente lo  padezco  en mi oficina donde  tarde dos  meses al  llegar, en darme  cuenta que hay profesionales que por tener  algo  de  conocimiento  en  mi  carrera  ya los  convierte en  eruditos  de la misma,  son  capaces de dar conceptos,  sin el menor prurito profesional, son  capaces de  ignorar  a los  expertos  y hacer incurrir  a cualquiera  en crasos y  caros  errores  que  se  pagan con el  tiempo y la  responsabilidad  de los  demás.


Pero  todo  viene  de la líder, de quien no  dudo tiene capacidades  tremendas, reconozco en ella una  tenacidad y  un  esfuerzo  en su trabajo  de manera limpia y honorable, pero como  nadie  es  perfecto es temerosa y disfraza  su ignorancia  en los  temas que a mi profesión  le  compete en  imposiciones  arbitrarias y casi kamicásicas, la  vida misma un  la profesional  por una meta.


La arrogancia del profesional suele castrar la capacidad  del  ser humano de tener  compasión  por los  demás, no importa  su condición familiar y mucho menos  la  emocional; lisia incluso los buenos modales desde un insignificante  saludo mañanero desde los sencillos  señores  de servicios  generales hasta aquellos  colaboradores  que   caigan mal; cercena las buenas  intensiones de  amistad y puede incluso permitirle a quien tenga autoridad demeritar un buen consejo que pueda  a futuro  salvarle el propio pellejo.

 
Ese mar  de  conocimiento es tan  peligroso que  ahoga  la buena fé, el  debido proceso, la libertad  misma, reina  el voto  del  silencio por miedo a  la condena  pública que  pueda señalarte  tu jefe y su pandilla con comentarios  mal intencionados y destructivos, por miedo a la perdida del empleo o sencillamente por medio a perder lo único  que cualquier  profesional nunca  debe permitirse perder el  respeto por su conocimiento y su tiempo.


Esa temeridad entre profesionales algún día en  la  vida profesional hará  aceptar que el viejo dicho popular  de Zapatero a  tus Zapatos, no  solo se aplica para  respetarnos los oficios y conocimientos, sino que nos obliga a buscar la  excelencia de los propios. 

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