AMAR EN EL
DESIERTO DE LA SOLEDAD
Solo cuando
se tiene lo suficientemente fría
para hacer un alto en el camino se puede soportar
la nostalgia de los tiempos que no fueron mejores, solo cuando
con la serenidad de la soledad y el
silencio de las voces que a diario te indican que debes hacer se puede pensar en reconocerse, sin
reproches, sin dolores, sin vestido
alguno que cubra el pudor de los
defectos y sin reproches mentales de los errores hechos con el corazón, ya que en la intimidad de la
seducción propia puede cada uno aceptar que tan equivocado estaba y
conceder la razón de quienes te
advirtieron con algo mas de calma
y experiencia que sencillamente la embarraste.
No es
fácil hacer el alto en el camino y recordar
a cada uno de los proprotagonistas de cada pequeña novela que viviste en el correr de la vida, pero es justo el desierto ideal que
anhela el alma para no tener a nada ni a nadie a quien recurrir para ocultarse. Es el
escenario ideal para
enfrentarse a viejos y temibles
recuerdos y retirarle el titulo
de escandaloso o fríamente
espantoso, para atribuirlo como
un pequeño accidente que se redujo a una simple
historia de alguien que paso y dejo huella, sin mas ni mas.
Claro no a todos los
recuerdos les va
igual, algunos pasan del satanismo
a la beatificación pero hay otros que
siguen profundizándose en el infierno
del dolor y a esos
es mejor dejarlos quietos en el olvido, en la misma condición
de los seres queridos muertos de
los que es mejor hablar
del cuerpo mas no del alma, para no
mortificarlos porque sus partidas
fueron mas de alivio que de
extrañeza.
Como a
todos los que conocemos
les dejamos alguna
huella invisible de nuestra
compañía en su vida, así todos lo hacen con
nosotros y es mejor
recordarlos con el corazón guidado por un Dios bondadoso para hacer el propósito de olvidar todo
lo malo porque al final es muy poco, frente a todo
lo bueno que nos dejaron.
En el
desierto de la serenidad con
la siempre rechazada soledad, es
mejor vivir que sumergirse
en cotilleo y en vaivén de los rumores diarios, en
el corre -corre diario de una vida
ideal que nos vende la felicidad
en pequeñas botellas de soda, que
sin que lo sepas te mata o
peor aun
te produce celulitis, una vida
llena de estatus que te
atormentan por echar de menos
aquello que no puedes
comprar, o porque les das
autoridad a otros de hacerte
sentir menos por no tener
el éxito reflejado en ropa de marca o artículos que tan pronto
los sacas de la tienda
ya están pasados
de moda.
Hoy
prefiero a las personas
que pese a todos los
ires y venires de la
vida siempre han estado
a mi lado, aunque no tenga
el blower hecho, aunque hoy este mas
flaca que ayer sin dejar de estar
a mi lado, más que viéndome y
aceptándome sin criticas cizañeras y
destructivas, sino
enseñándome, acompañándome o
apoyando a una humana mas que intenta
ser feliz.
En este alto del
camino recuerdo un año
atrás, en el silencio de mi soledad con el alma y el corazón
roto por quien juro amarme
pese a todo, soportarlo todo y
al final solo dejo escapar a ese
incognito ser que se esforzó
tanto tiempo en ocultar y que sin
ningún remordimiento me quiso hacer ver la soledad como un el monstruo del
que se
esconden los niños al oscurecer,
que no es más que la sombra de los miedos propios que cada
ser humano debe enfrentar con lágrimas, sudor y aceptación.
Cualquiera que
tenga el
corazón roto por sus propias
estupideces siempre le atribuirá la culpa
a otros, pero en el desierto que es más un oasis, puede
cada cual reconocer que por
mas amor
que se haya tenido y por muy buenas intenciones en pro
del amor, cualquiera tiende
a equivocarse con el ser que ama
y se que no son muchos los que logran
esta etapa, pese a que lleven años viviendo solos cayendo incluso
en el egoísmo, en el egocentrismo
y por qué no decirlo en la
insensibilidad.
Es dulce reconocer cuando se erra, es dulce ver
atrás y recordar sin ataduras,
se siente bien sentir que tu cuerpo navega en el alma sin
precipitaciones del palpitar del
corazón ni con amor
ni con rabia.
Es lograr uno
de los cuatro acuerdos de aquel libro que me ha marcado
el alma, no atarse a nada ni a nadie, sin que por ello no se
sienta algo de nostalgia, es no esperar nada de nadie para evitar levitar en un mundo fantástico que
nunca se hará realidad, es amar conjugando el verbo
en cualquier tiempo sin nada más
que esa verdad como propia riqueza en el
desierto de la soledad, que gran bendición!.
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