Adiós Muchachos Compañeros de mi Vida
Que maravilla poder
sentir aun las penas ajenas, que
bendición sentir que se es capaz de
ayudar aun desde el silencio y contar
las propias experiencias para que los
demás con pierdan tesoros invaluables en
sus vidas como el tiempo y aquellos seres.
Para algunos resulta muy acertado brindarle a otros el apoyo y la ayuda de un buen
consejo, pueden llegar a ser confidentes de aquellos secretos in confiables a nadie y establecer así un
lazo indestructible (cuando el lazo es
mutuo, cuando la confianza es reciproca).
En algún momento de la vida puede llegar a
pensarse, que se tiene corazón suficiente para ayudar a
otros, cuando notas que eres importante para que en ti depositen lo jamás depositarían
en otros a pesar de la fortuna o el poder, es entonces cuando se crea que el
mejor apodo puede llegar a ser “Doctora Corazón”y estoy por concluir que ello
solo ocurre cuando el corazón del terapista, falto de educación en la psicología,
tiene doctorado en corazones rotos empezando por el propio.
Algunos hemos
concebido la amistad desde los conceptos mas
barrocos y tradicionales, donde la lealtad hasta la muerte no se hace
esperar, donde la sinceridad es el pacto
indeleble de quienes nos entregamos
en un profundo compromiso de amistad
eterna, pero con pensamiento tan obtuso no puede recibirse en retribución
mas que profundos dolores de deslealtad.
Para quienes lo entregamos todo por un amigo, sin caer en manipulaciones
ni en la tentación de manejar a nuestro prójimo como el idiota útil de una relación
que solo da y recibe en un sentido, es probable que tengamos mas huellas de
desilusión, dolor y les sobran dedos para contar los amigos de verdad a
diferencia de quienes solo ven la amistad
como algo temporal y vano y se glorían de tener amigos por doquier.
Para ser un excelente amigo se requiere de paciencia, honestidad, de una inmensa alegría
y fuerza para darlo todo aun guardándose para si
aquellos propios problemas, tristezas y desilusiones, mientras se da
el momento oportuno para buscar un bastón de
fuerza que nos permita mantenernos en
pie de la misma manera en que cargamos con ellos.
Es por ello que al perder a un amigo, se resquebraja
el alma y aunque hay miles de
maneras de perder a un amigo solo mencionare las tres básicas, que hoy me arrinconan en la
añoranza y la nostalgia.
Para empezar se puede perder a un amigo cuando la Fuerza
creadora que todo nos lo dio, decide que es momento de quitárnoslo.
Esta es la
manera mas dura y dolorosa de perder
a un amigo, porque nunca hay oportunidades para resarcir los daños, no
hay tiempo y abunda la ausencia que resulta dramáticamente atormentadora cuando
se debe decir adiós para siempre.
Sin embargo, para el amigo que muere a los ojos de
la vida terrenal, su despedida resulta como antes lo menciones impotente e
irreversible, no hay otra solución mas que la resignación y mantener en la
memoria los recuerdos alegres de quienes nos endulzaron la vida, quienes con su vida fueron el bastón en
momentos de flaqueza, quienes con sus palabras y actos nos dieron un nuevo
motivo para levantarnos de alguna caída.
Muchas personas pasan a diario
por nuestras vidas dejando huellas que ni aun ellas mismas conocen, tal
como lo hacemos nosotros también, pero
hoy cuando hago un alto en el camino, veo atrás y recuerdo a muchos de mis
amigos que hoy solo me acompañan desde el cielo, con la impotencia de no
haberles reconocido, tal vez porque en
su momento no lo aprecie, la huella que han dejado en mi vida.
Por accidentes fatales de la vida, por venganzas
absurdas propias de los mundanos sentimientos humanos, por despechos
desgarradores de amores no correspondidos, por idioteces propias de la edad o
dela presión social o por hechos que no logramos descifrar y menos comprender;
me doy cuenta que han sido muchos los amigos que he tenido que llorar ante su
partida irretornable.
Sea el momento para
agradecer, aquellos ratos de risa y locura, sea el momento para reconocer que me
hicieron mejor y mas sensible (aunque la
gente pueda burlase de mi y llamarme drama queen), porque aun con cada una de
sus partidas y de las circunstancias propias de su despedida, aprendí.
La segunda forma de perder un amigo, es Castigándolo
con la brutal indiferencia, propia de
alguien que ha muerto, es el peor castigo que un ser humano, pueda vivir.
Tomar una decisión semejante requiere de lágrimas
nocturnas para no desfallecer a la
mañana siguiente, producto de las ansias
locas por pedir perdón y aun mas por perdonar, pero para llegar allí, sin lugar a dudas no puede haberse tenido el orgullo
berrinchoso de la inmadurez, esta manera de perder a un amigo solo es la
consecuencia de quienes arraigaron lazos mas profundos, sin lugar a duda también los amorosos, porque en el la
complicidad del amor no se perdona la traición de las confidencias y de la
entrega total.
Debe ser la respuesta a una ofensa tal, que no te
permita el perdón y la gracia de una nueva oportunidad, la indiferencia, es un
castigo que se asemeja aun puñal doble porque mientras quien la aplica
para matar una amistad profundamente
herida condenada a su muerte, en la misma vía se va clavando el dolor de la
perdida y muy pocas veces se logra resucitar. El juez que aplica esta pena es
el principal condenado a la desdicha, duele pero es la sobrevivencia del amor
propio.
La tercera forma de perder a un amigo, es la
mas fácil y sonsa, es el descuido en el
tiempo, es la ausencia de quien no permite alimentar una relación muchas veces ante el enceguecimiento de nuevas
situaciones o circunstancias, nuevas personas, de nuevos objetos que causan
ausencias irreconciliables, es el simple descuido y puede que solo llegue apreciarse
cuando el tiempo y la distancia han puesto una muralla gigante entre quienes
alguna vez casi que fueron uno.
Hoy no me arrepiento de perder mi tiempo escuchando
o preguntándole a quienes en sus ojos
veo más que un color o una forma, hoy cuando siento la nostalgia por
enterrar a alguien a quien parece que veo caminar elegantemente con su agenda
bajo el brazo y una imborrable sonrisa que jamás dejo escapar de sus labios,
palabras soeces o denigrantes hacia nadie, hoy cuando recuerdo su cálida y
gruesa voz llamándome en diminutivo para recordarme que no olvide mi sombrilla
en el salón, hoy siento la necesidad de recordar a aquellos amigos que nunca
dudaron en llamar para apoyarme, que
buscaban mi complicidad para cantar o aquellos que me molestaban al punto del
enrojecimiento de mis mejillas y a quienes hoy saludo en mi memoria, con
inmenso amor y algo de llanto porque me siguen haciendo falta pese a que tuve
que decirles Adiós amigos compañeros de
mi vida, gracias por todo lo que me ofrecieron y por ello no dudo que están en compañía
de Dios en el cielo.
A los residentes del cielo, Yucelly, Sammy, Pachito, Nelson, Sergio
y Vitti.
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